Por Paco Gallardo
Mi Torero
No embiste un toro, embiste la Bravura, no torea un torero concreto, torea la Torería; por eso, cuando Morante le da a elegir entre sus muslos y la muleta, al que ha sido elegido desde sus más lejanos ancestros para embestir con los riñones y herir con los pitones, torea la Torería.
¿Qué es la Torería? Es una actitud ante la vida y una forma de entenderla. También es una forma segura de llevarse más sopapos que nadie, pero, también es una forma de vivir en plenitud y dormir muy tranquilo. Se aleja mucho de lo políticamente correcto, es, decir lo que se piensa y hacer lo que se dice. Es comprometerse, mancharse e implicarse, no sólo acompañar o dejar pasar las cosas o las embestidas, es crearlas y expresarse con ellas; que se está dispuesta a arriesgar mucho por lo que se cree. Implicarse diciendo si, o diciendo no, es vestirse por los pies y además disfrutar con ello. Y todo, lo más despacio que se pueda o no pueda nadie; muy “remascaíto”, como aconsejaba el “Piyayo” a sus Churumbeles llenos de greñas y de hambre. Es desgastarse y desgarrarse. Es saber que se está vivo, y se está vivo porque se siente, unas veces el triunfo y otras el dolor, que las dos añejan.
La Torería cada vez se da menos en las plazas de toros, hay, eso sí, más gimnasia que nunca, quizás guste verla en otros sitios, pero en esos círculos atávicos que son las Plazas de Toros es la Torería la reina y señora, por eso, las gentes que la añoran, van menos. Ocurre que es muy cara, pide el tributo de la sangre, de la entrega, el de romperse, como el amor y como todo lo que merece la pena. Tiene que ver mucho con la dureza de la fragua de Triana o con la gracia de los marengos de mi infancia que pregonaban “pescao fresco”. La Torería huele, se ve, se oye, y agita el alma. Por eso, cuando torea Morante huele a Torero y se siente en el imaginario colectivo de cuantos vamos a la plaza que no torea sólo Morante, torea Rafael “El Gallo”, Chicuelo, Cagancho… y cuantos han cogido la vida por los cuernos vestidos de oro, plata o plomo.
La Torería no se enseña en las escuelas, hay que venir con ella puesta. También tiene un sitio, que hiere y duele, en el amor es el olvido, en el toreo son las “corná”, pero quien ha probado su hiel y su miel no le importa el pago del tributo, aunque quede en el andén eternamente, como la enamorada Penélope. Merece la pena la espera. ¡Ay mi Morante!