Por Francisco Gallardo
Raimundo Amador, telonero de lujo de B. B. King
Reivindico la figura del telonero para el toreo, como
cualquier arte escénico que se precie.
Y si usted cree que esto es lucha y no un arte escénico, pues ya entre los romanos, en sus falanges tenían por
delante a los Astitis, legionarios más bisoños que tenían la oportunidad
de demostrar en el combate que no viste el uniforme al pecho, más bien como ya
nos dirá Calderón, aquel soldado de infantería, que manco y todo nos dejó
inmortales escritos, que es el pecho el que da lustro al traje. Vamos lo que
“Coco Chanel” , ya muy lejos de la Galera Sol, en la que se dejó la mano el de
Lepanto diría glamour y usted y yo percha.
Legiones romanas en combatIe
Y sin menoscabo de la dirección de la lídia, ya en estas
lides, dentro de la falange romana, si los bastos pintan bastos, pues
intervenían los veteranos y curtidos Triarii, que para algo es la
veteranía y más a la hora de repartir sopapos.
Los veteranos para repartir
Pero no nos confundamos esto es arte, así que si el orden
de lidia se basa en Ordenanzas ya lejanas donde los señores Maestrantes de las
lejanas Ordenes Militares se preparaban para la guerra con su caballo, que
también daba lustro al caballero, y como
servicio de armas en la terrible matanza de la guerra, que entonces nos
empeñábamos en ordenar, como ahora también, pensando que era como el amor, todo
armonía, y es como el amor, a cada uno le va lo que le va, que el corazón no
entiende lo que entiende la cabeza, ni la cabeza lo que entiende la
cabeza, se empeñaron que es un honor
llevar armas y como tal el orden es de antiguo a moderno, el único que es así,
todos los demás va por delante el bisoño.
Otros que también son muy amantes del orden, y del honor;
En
esto de llevar armas, los samuráis tan admirados por nuestro mayor demandador
de teloneros, José Tomás, lo tenían muy claro todo, bueno... hasta que llegó la
modernidad. Esta, entre otras cosas, nos dice que las armas también las pueden desenvainar con razón y enfundar con honor el resto del pueblo; y que el toreo
es una búsqueda de un sentimiento, de expresarnos mediante la belleza, y poder decir lo mejor que tengamos dentro,
y que para ello merece la pena hasta arriesgar la vida; para emocionarse y emocionar con este te
diré yo, que tu te vas a enterar. Vamos que
rompernos no importa, en eso se sigue pareciéndose mucho a la guerra.
Llenar un cartel con un nombre o a lo sumo dos y ver como caen dos toros de bandera en las manos equivocadas, tiene que ser muy duro, especialmente para el que los crió. Como entregar un hijo en la guardería Herodes. O que ninguno de los tres espadas arreen contentándose con lidiar al boyante y claro, sabedores que otro día con el mismo cartel seré yo el agraciado. Ver la emoción de la bravura, algo tan efímero como el toreo,
cuando esta florece, caer en las manos de la bestia...
Considerar los esfuerzos
del ganadero que se remontan a antes del nacimiento de la criatura, pues es
seleccionando a sus padres cuando ya se ensueña y se crea el proyecto, con el
convencimiento en el milagro: de querer morir embistiendo, con todo su ser,
riñones, orejas, pezuñas y alma, porque los toros bravos tienen alma; hasta el final y así en la paradoja de este
arte posibilitar una comunicación tan intensa y apasionada que es capaz en un
momento dado ponernos a todos de acuerdo, aunque sea un momento. Esto en la
historia de España siempre ha sido tan difícil como el toreo. Me refiero a
ponernos de acuerdo.
La embestida de Arrojado, con todo su ser.
Como diría Balañá, José Tomás y dos más es el cartel para llenar. No nos merecemos esto. Y tampoco los carteles tan cerrados y monótonos, y ¿porqué no
un telonero por delante?, uno por méritos propios como los Pet Shop Boys por delante de De Take That o Raimundo Amador rompiendo plaza
a B. B. King. Pónganme una revelación de tal o cual feria, o de tal o cual cartel delante de la revelación del año pasado y todos por delante del que llena el cartel, de la figura consagrada, sin miedo a sus compañeros, a la que vengo a ver...
Halcón 185, primero en la tarde de la gloria de Arrojado
Si esto ocurriera en este arte,
muchos toreros con mayúsculas , no se habrían quedado en el camino y no hubieran abandonado ante lo imposible de un inmovilismo denostado
donde se mantienen en el aburrimiento, al rebufo de una fiesta inmensa,
décadas, maestros a medio gas. Si torear, es tener un misterio y decirlo, las
mulillas no se llevarían tantos secretos de bravura como aquellos que soñaba aquel ganadero viendo
arrastrar al primero, la tarde de la gloría de Arrojado, aquel toro colorao, que no le toco a Morante...
Si Dios me oyera... Pido los carteles abiertos y la figura consagrada cerrando la terna.