lunes, 6 de enero de 2014

Algunos Toros no tienen que ser elefantes


Algunos Toros no tienen que ser elefantes
Por Paco Gallardo

Como el bonito y bravo toro de Núñez que no podemos ver en algunas plazas.  Y lo peor que tampoco se le espera. No está en su mejor momento.  Los ganaderos que siguen fieles al encaste, que no es lo mismo que seguir fiel a la sangre, sueñan con él. Muchos ya lo han desnaturalizado y lo han agigantado, no es Núñez; y, ni ellos saben cómo embisten, -si lo saben, no embisten-, ni  que toro quieren hacer, ni que tauromaquia sienten. Son comerciales. Quieren vencer, perdón vender, estar en la onda, sin importarle de qué es el concurso.
Emilio en la profunda soleá trianera

Me contaron una pequeña historia de un concurso de conejos. Diferentes personas presentaban un conejo y el más grande ganaba. Cuando ya era imposible aportar uno más grande por no existir en la naturaleza, aparece el concursante que iba a ganar: llevaba en su remolque un elefante todo aplastadito, atado y con cara de bueno. Cuando los demás participantes y espectadores le corrigen al atrevido: ¡No es un concurso de elefantes, es un concurso de conejos! Quién contesta inopinadamente es el pobre elefante con tono de súplica: ¡Por favor no me peguen más, yo soy un conejo, no un elefante!
Vive una ilusión, lleva tres días padreando por primera vez

Eso parece decirnos, desde el campo bravo, viendo que ya no existen sus vacas o que las cubre el toro de carne: Yo no soy un elefante, yo soy un Toro Bravo.
Aún existe en el campo. Paciente y costosamente, sigue esperando una reorganización  lógica aplicada a la fiesta. Un toro muy difícil de lidiar en plazas de primera, por su tamaño y por sus pitones, sacarlo de ese chasis, es condenarlo y condenarnos a lo que no debería de ser. Un toro complicado para los toreros que no son tan buenos. Un toro que necesita que le puedan,  que le enseñen, que les consientan, que lo lidien, que lo entiendan, para por mol de Villamarta, nos dé esas embestidas humilladas, profundas, entregadas en los vuelos, desde como un matemático diría, desde el menos infinito,  y esperando que tiren de ellas hasta donde sea capaz el torero. Muchos le llamaron el tranco de más. Un toro bueno para los toreros buenos, eso lo hermana con Saltillo su sangre le viene de Villamarta.
Torear

Hoy vivimos muy metidos en las apariencias. No solo en la fachada, un toro grande  nos parece que es más toro, como si fuera un coche o al peso. Hemos evolucionado el concepto de las apariencias también en las embestidas. Una embestida que se va, mejor que viene; es más fácil desprenderse de ella, especialmente a los toreros que le quema el toro que se mueve en las cercanías. Pero a nosotros que las vemos de lejos,  nos parecen por veloces y violentas que son las que valen en una emotividad de compañía de barra o de saludo de whatsapp. Esas embestidas alegres que son acompañadas, sin molestar, no se torean. Son los que hoy llamamos amigos pero no te atreves a molestar y por supuesto, ellos a ti tampoco. Eso no es la amistad ni esto el toreo. Esas embestidas, esas relaciones son más rápidas pero no más profundas e importantes para el toro, para el torero y para hacer el toreo, que aquí es de lo que se trata.
 Embestir es ir a pelear, no pasar para huir por muy grande que sea el toro.
 Tirar del toro, despacito y cerca, está relacionado con ello. Con torear. Traerlo enganchado y llevarlo cerca y despacio. Ni más, ni menos. Lo otro, es acompañarlo, eso sí, sin molestar, sin compromiso, por donde se quiere marchar y además con una falsa alegría que no es acometida, no es compromiso,  y ni mucho menos bravura, sino alegre huida, del que con prisas no se quiere involucrar, casi como nos pasa a muchos con las cosas que hacemos mal. Todos estos matices, un público observador más allá de las meras formas lo ha observado. Actualmente, quizás la falta de emoción nos haga estar pensando en otras cosas y no nos interese en una tarde de toros estos ricos detalles que hacen sublime la corrida de toros, la lidia de un toro. No lo sé.



Con la nobleza de su linaje se pregunta Alpargatera...
Pero el que  tiene todos estos matices, toda esta tauromaquia,  y ahora, para que paran en otoño, le toca padrear a sus vacas. Le toca crear el toro del 2019, no sabe si es mejor el charoles o el retinto. O esperar en el milagro que confirma que las esencia está en pequeños frascos y que un toro, algunos toros son buenos sin tener que que ser elefantes.