¡Silverio no te rajes!
Por Paco Gallardo
Es el grito
de sus paisanos a quien confesado y recién testado ante notario, rompe el paseo
con el Monstruo de Córdoba. Una forma de
vivir, sentir y hacer el toreo de
quien, por supuesto, no se rajó.
Nombrado Faraón de Texcoco, quien enjuto de hambres pasadas,
siempre aspiró al toreo lento y majestuoso de manos bajas, desmallado, rítmico de
caricias en los toques y firmeza de plantas;
naturalidad y honestidad en el
triunfo y en el fracaso. Como humano que aspira al elixir de los Dioses:
inconstante.
La muerte y agonía de
su hermano Carmelo por las astas de aquel fiero Michín, le hace ante la
tortuosa repatriación del cadáver: ser Torero. Cuatro de sus hermanos murieron antes de los
doce años, fatigas y miserias para quien arriesgando lo más valioso muere con
más de noventa años, -paradojas de la vida-
La verónica del Compadre
Anunciado junto a Manolete en la plaza carabanchelera de
Tetuán de Las Victorias, el destino le tenía preparado escribir a ambos las
mayores páginas de gloria de la Edad de Oro del Toreo Mexicano. España se lo
perdió, unos dicen que, por reparo del propio Silverio al ver como andaba el
Monstruo; otros, a la astucia y
suspicacia del apoderado de Manolete, Camará, que ya lo tenía emparejado con
Arruza y evitaba el desgaste y cornadas que llegaron en México. Sea por lo que fuera, es en el país azteca, donde,
como si se fuera la guerra, se convulsiona, se paraliza y Silverio le planta
cara nada más ni nada menos que a uno de los más grandes de la historia. Ese
día comprendió una de las enseñanzas más complejas que tiene el Toreo, la
Guerra y la Vida, que ir dispuesto a morir es la forma más segura de regresar
con el triunfo y poder decir al final de tu camino que has toreado, has
triunfado y has vivido.
Nunca habló mal de ningún torero, sólo por el hecho de
ponerse delante manifestó el máximo respeto. Aficionado también a las rancheras,
existe una grabación a dúo con Manolete cantando “La feria de las flores” ese
Manolete, su amigo vital y entusiasta
que aquí no nos dejaron ver, entre sus estrofas, una, y la llevaron a cabo en
el ruedo de la competencia para la grandeza de la fiesta más bella.
…Aquí vine
porque vine
A la feria de
las flores
No hay cerro
que se me empine
Ni cuaco que
se me atore…
Torero fino, desmayado, chicuelinas de mano bajas, como es el
toreo, y un trincherazo majestuoso que todavía no ha terminado, prueba de ello
es el bronce que forma con el inmortal Tanguito, hasta ocho vueltas de pasión,
de júbilo, de desenfreno del toreo mexicano. Subyugó a públicos e influenció en Toreros,
dramatismo y hondura, desigualdad y emoción; fue esencia y sabor de una forma de sentir y de vivir.
esencia y sabor de una forma de sentir y vivir
Primer rabo en la México ante las barbas de Manolete que
tampoco estuvo manco esa tarde, languidez de su verónica, fantasía en el
capote, poder con la derecha y el trincherazo del que le bautizaron Monarca.
Diamante del Redondel,
Carmelo que está en el cielo se asoma a verte torear, Monarca del Trincherazo
Torerazo azteca y español
El Tormento de las
Mujeres, motivo de pasodobles y canciones, esculturas y poesía, nos recuerda que la vida sin pasión no es la misma. Llegó a torear en Cuba, confirmó a los grandes que pasaron por México
como el Litri de los cincuenta y al todo poderoso Ordóñez; y se retiró, para que no quedaran dudas regaló todos los
ternos. Esa tarde su último toro, no fue del hierro anunciado; “Malagueño” al
que cuajó, a pesar de los pesares, era de San Diego de los Padres, la misma ganadería que aquel ya
lejano “Michín”, el que lo inició todo. Se cerró el círculo, pero siempre nos
quedará una forma de sentir y de vivir el Toreo. De Vivir.